twitter
facebook

viernes, 8 de mayo de 2009

Ciudad y Progreso

"Entonces, en un esfuerzo por desasirme de todo lo conocido [...], me atreví a proponerme una verdad [...]: que me hallaba ante una civilización sin ciudades". (Fernando Chueca Goitia - Breve Historia del Urbanismo, 1. P.11)

Desde el inicio de las civilizaciones, en aquéllas cuyo origen se encuentra en las cuencas de los ríos Tigris y Éufrates, hasta nuestros días en tiempos de grandes urbes que se caracterizan por sus innovaciones tecnológicas, existe algo que ha mantenido su significado durante todos estos años, la ciudad. Claro es que, el concepto como tal, ha variado sus cualidades en función de las necesidades y factores que afectaban a cada época.

Bien es cierto, que para cualquiera de nosotros, la ciudad se identifica con el desarrollo, el progreso, la tecnología y la industria. Esto se aprecia notablemente en expresiones que empleamos a menudo como cuando nos referimos a algo o alguien diciendo “es de pueblo”, para darle el valor de retrógrado.

Pero, ¿qué es la ciudad? y más aún, ¿qué es ser ciudadano?

Ya Aristóteles en tiempos de la Grecia clásica, definía la ciudad como “un cierto número de ciudadanos” entendiendo como ciudadano a aquél que podía intervenir en las funciones políticas de la ciudad.
El mismo filósofo explicaba así la relación entre el hombre y la ciudad, y la razón por la cual nos asociamos y formamos comunidades:

“El hombre es por naturaleza un animal cívico (político) [...] Si el individuo separado o aislado no se basta a sí mismo, es que debe referirse al todo. Por ello el impulso a formar comunidad es algo que pertenece por naturaleza a todos los hombres; [...] Una ciudad es una comunidad de clanes y aldeas, en una vida plena e independiente [...] “ (ARISTÓTELES, Política, I, 2, y III, 5).


Y tenía razón al afirmar que el hombre se asocia por naturaleza. El hombre se siente amparado y protegido por las leyes que gobiernan la ciudad, está a la orden del día eso de “la unión hace la fuerza”.

Como contraste encontramos casos como el de la ciudad de Nueva York, cuya peligrosidad en sus calles es tan conocida como sus rascacielos.

Entonces, ¿por qué seguir viviendo en la ciudad?

Bien pudiera valernos de respuesta la frase de Walt Whitman quien dijo que la ciudad es la más comprehensiva de las obras del hombre, lo reúne todo y nada que se refiera al hombre le es ajeno”.

Ciertamente, la ciudad lo reúne todo. Trabajo, diversión, antigüedad y nuevas tecnologías. La ciudad es de todos y cada uno. Por eso resulta tan complicada su definición. La ciudad es la unión de las experiencias vividas por cada uno. Así llegamos a amar u odiar una ciudad, según nuestras experiencias en ella. “Todas nuestras ideas no son sino copias de nuestras impresiones, es decir, que nos es imposible pensar algo que no hemos sentido previamente con nuestros sentidos internos o externos” (DAVID HUME, Invest (1748), 7, p.62). Esto lo podemos aplicar en este caso. Nuestra idea de ciudad se forja según nuestras impresiones particulares y de igual modo, nos sería imposible hablar de una metrópolis, definirla, sin haberla sentido, sin haberla vivido previamente.

¿Qué es lo que distingue a la ciudad de la naturaleza? El hombre transforma la naturaleza, elimina espacios naturales para luego volver a crearlos artificialmente, ante la necesidad de evadirse del ritmo frenético de la ciudad. Vivimos en una sociedad netamente urbana.

El arquitecto uruguayo Carlos Ott nos define así la sociedad actual, una ciudad que está viviendo un cambio radical en la vida del hombre que nunca había logrado acumular tanta información”. El hombre ha atravesado barreras tecnológicas inimaginables, lo que por un lado le ha dado el poder de crear, por el otro le está haciendo destruir. Y se está comiendo el mundo, literalmente.

Pero vivimos en la era de la información, nos bombardean continuamente con nuevas noticias, nuevos hechos, que nos están llevando a la reflexión. ¿Dónde está el límite?

“La Naturaleza no ha puesto límite alguno al perfeccionamiento de las facultades humanas; la perfectibilidad del hombre es realmente infinita; los progresos de ésta, de ahora en adelante independientes de quienes desearían detenerlos, no tienen más límites que la duración del globo al que la Naturaleza nos ha arrojado. Indudablemente esos progresos podrían seguir una marcha más o menos rápida, pero tiene que ser continuada y jamás retrógrada” (CONDORCET, Bosquejo, intr.).


Hubo un tiempo en que se pensó que el progreso debía ser continuado, puesto que la Naturaleza no ponía límites, los límites los ponía la ética, como vemos en el texto de Condorcet, en la época de la revolución francesa.

Actualmente estamos comprobando que la Naturaleza sí nos pone límites. El hombre está acabando con las reservas naturales y, más vale tarde que nunca, ya se está empezando a intentar reparar el daño. Porque nuestro futuro, nuestra existencia, depende de ello.
Por otra parte, los avances de la ciencia, impulsados por esa misma tecnología con la que destruimos, son cada vez más sorprendentes. Y nuevamente, los vamos conociendo, pues vuelvo a repetir, estamos en la era de la información. Avances genéticos que están abriendo caminos en la medicina, y debates éticos en los que no vamos a entrar. Avances matemáticos que nos permiten interpretar las geometrías de la naturaleza, a las que se les saca partido desde ámbitos como la Arquitectura. La era de la información, definitivamente, la sociedad de la comunicación y la tecnología punta.

¿Cómo reflejar tantos cambios en la ciudad cuando ésta cambia tan despacio?
¿Nos encontramos, acaso, ante una civilización sin ciudades, como decía Chueca Goitia?

Las ciudades en las que vivimos nos guardan la historia de las civilizaciones pasadas, pero, ¿y nuestra civilización? Si nuestra arquitectura es considerada por muchos como una arquitectura frágil y “anoréxica”, ¿qué será lo que perdure de nuestra sociedad? Dice el arquitecto Paul Andreu que la arquitectura actual no es algo desechable y que el arquitecto piensa siempre en que sus obras perduren muchos años.
La tecnología de una construcción se adapta, pero el edificio sigue siempre ahí. Estamos llegando a un punto en el que no basta con no dañar el medio ambiente, ahora necesitamos recuperarlo, potenciarlo. Y si lo conseguimos...quizás sea eso lo que nos caracterice y por lo que nos recuerden en el futuro.

0 comentarios:

Publicar un comentario